¿De qué manera el espíritu trasgresor, amante de las aventuras, del juego y de los deportes, que marcan los primeros años de vida de Enrique Pichón Rivière, incide en la psicología de nuestro tiempo?

Compleja sería la respuesta si es que pudiera responderla. Quizá antes debería responder si hay “una” psicología, si ésta es una época de transgresiones y aventuras, si los deportes todavía son un juego y si los juegos, como los pensaba Pichón (y también su colega Winnicott) son lo que caracteriza a nuestro tiempo. Por esto no prometeré una respuesta aunque sí un acercamiento (mi acercamiento) a pensar aquel espíritu trasgresor de Pichón que lo obligó a “atreverse a la tragedia”. Atreverse a desafiar la historia apolínea que canta el coro para adentrarse en lo siniestro y transgredir, necesariamente transgredir con sus palabras, con su pluma, con sus actos, con ese equipo futbolero “de locos” que llevaba adentro y que hizo jugar en un manicomio y que hizo correr tras la pelota. Correr, ir de un lugar a otro: de Ginebra al Chaco, del Chaco a Corrientes, del francés al castellano, al guaraní, de las leyendas a las fantasías, a la realidad, a la poesía, a Rosario, del quilombo a la medicina, al periodismo, a la psiquiatría, a Buenos Aires, al psicoanálisis, al mejor Freud, a la dialéctica, a los grupos, a la psicología social .Desde su profunda tristeza (vestida de melancolía) que no lo abandonará nunca se sumergirá en los asilos y en las turbulencias de la vida cotidiana de los oprimidos, se meterá en el lodo de lo siniestro buscando lo maravilloso. Y aquí la necesidad de atreverse a transgredir en la aventura de vivir, y vivir (para él y para aquellos años) era vivir a fondo, sin cortaditos con edulcorante, ni galletas de tergopor, ni tanta bebida dietética. Era Lautréamont, Breton, Artaud, Van Gogh. Era Dionisio. Era la vida misma. Había que inventar entre tanta psiquiatría carcelaria, y apareció la APA (quizá lo mejor de la APA, cuando todavía no era iglesia), y apareció el IADES, y Rosario, y la Psicología (siempre) Social, y la Primera Escuela Privada de Psicología Social. Ahora bien me preguntan ¿Cómo incide en la Psicología de nuestro tiempo? Mi perfil medio pesimista me dice que incide poco, o mejor escrito no lo suficiente. Pero como dijo alguien alguna vez “soy inteligentemente pesimista aunque espiritualmente optimista”, reconozco que por fortuna existe en muchos de los discípulos de Pichón y en los que pretendemos ser los discípulos de sus discípulos un recorrido por las huellas que dejó el maestro, el transitar por el barro de una historia no oficial, el correr y atreverse, el jugar a saber más de lo que nos pasa, y de los que nos pasa a todos, a todos (repito para que se entienda bien), el pensar y hacer para una sociedad mejor para todos, y transgredir, sí, si siempre es necesario transgredir. Y también divertirse, por qué no? Ojalá que así sea.

Publicado en el libro: “Luz en la selva. La novela familiar de Enrique Pichón Rivière”. De Vicente Zito Lema. Topía Editorial. Buenos Aires. 2008.