
Hola, mi nombre es Fernando.
Doy clases de dibujo, pintura y escultura en Barbecho.
Empecé llenando cuadernos con los superpoderes de Superman en la primaria.
Estudie en las escuelas de Bellas Artes Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, y en diversos talleres particulares.
Cuando pienso en el dibujo, no lo pienso solo como una técnica o un saber; lo pienso como un lenguaje primordial, que está en los orígenes de la humanidad en general y en la de cualquier persona en particular.
Siempre me impresionó que todos los chicos dibujen, que los chicos cuando entran a primer grado TODOS dibujen y en el trayecto pasa algo y cuando termina el colegio son pocos los que lo hacen. ¿Qué pasa en el medio? ¿Cómo revertir eso? ¿Cómo recuperar ese lenguaje?
Hay una frase de Rainer María Rilke que siempre me gusto: La infancia es la verdadera patria del hombre. Y siempre estuve convencido que el dibujo es el lenguaje de esa patria. Y si no es el dibujo, es esa mezcla de lenguajes que tuvimos de chicos, ese cruce entre los dibujos, las palabras y el movimiento. Después fuimos abandonando la mayoría de esos lenguajes, algunos ejercimos más unos, abandonamos otros, fuimos especializándonos, exiliándonos de esa patria,
Una de las finalidades del dibujo es volver a conectarse con ese lenguaje de niño, con esa patria, como exiliados que regresan del destierro, siempre veo eso en mis alumnos adultos. Hay un momento que se los veo en los ojos…recuperaron algo que YA lo habían tenido, un juguete perdido, un saber recuperado.
Es una forma de INTERROGAR al mundo, a los otros, a nosotros.
Fausto, antes de hacer el pacto con Mefistófeles exclama: “Si alguna vez digo ante un instante: «¡Detente, eres tan bello!», puedes atarme con cadenas y con gusto me hundiré.” El arte es la pócima de Mefistófeles para detener ese instante, para retenerlo, para recuperarlo, o para intuirlo, deseante.
Se dibuja, se pinta, con los ojos. Los ojos buscan penetrar en los secretos del mundo visible. Interroga a los cuerpos, a las caras, a las plantas, a los objetos. Quieren que nos digan lo que las palabras no dicen, pero la luz sí.
No se puede amar lo que no se conoce. El dibujo es una forma de conocimiento y por ende, de enamoramiento.
Llegué a Barbecho como alumno de las clases de Tai chi. Y me enamoré del lugar.
Venía buscando dónde practicar tai chi y probé en distintos lados. Cuando llegué a Barbecho lo primero que me atrapó fue el compromiso con una búsqueda física y espiritual en la práctica.
Después me sorprendió que esa actividad se realizaba en un lugar donde también se realizaban actividades diversas, que no se suelen encontrar en lugares donde se practican disciplinas orientales, y estas otras actividades no sólo se hacían en paralelo sino que se cruzaban entre sí, y esto era buscado por la institución!.
No se armaban grupos sectarios y elitistas, sino que se buscaba una apertura real al barrio, con una mirada amorosa e inclusiva, que hizo que me sintiera parte muy rápidamente, y era algo que veía que le pasaba a todo el que probaba alguna actividad en Barbecho.
Pasado un tiempo sentí que no encontraría lugar mejor donde dar clases, que era el lugar ideal, un lugar donde fluyen saberes, vivencias y afectos de una manera muy cuidada.
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